martes, 26 de mayo de 2009

Hume

John Locke

David Hume

Hume investigó la capacidad del entendimiento humano desde una perspectiva opuesta a la del racionalismo. El principio empirista de que todo el conocimiento comienza con la experiencia, toma cuerpo en este autor en su afirmación de que la base de este conocimiento consiste en un conjunto de creencias básicas acerca de cómo es el mundo exterior y cómo se relacionan los hechos. Según Hume, nuestras creencias surgen de la costumbre.
El material de nuestro conocimiento son nuestros contenidos de conciencia, nuestras percepciones: las impresiones y las ideas. Las impresiones son las sensaciones (lo que proviene de la percepción del exterior, i.e. que vemos, oímos, tocamos) y los sentimientos (lo que proviene de la percepción del interior; i.e. que queremos, odiamos, deseamos). Las impresiones se caracterizan porque son intensas e inmediatas. Las ideas son los contenidos de nuestra conciencia que son mediatos, que reproducen por el recuerdo o la imaginación las impresiones, y por lo tanto son más débiles y menos claras que aquellas. Todas las ideas se derivan de las impresiones; en consecuencia, no existen ideas innatas. Las ideas, además, se asocian entre sí en virtud de tres leyes de asociación: la semejanza, la contigüidad en el espacio o en el tiempo, y la causalidad.
La asociación de ideas permite que nuestro material cognoscitivo sea más amplio, dando lugar a la formación de ideas complejas a partir de las simples. Por ejemplo, la idea de sustancia (imaginemos, de una manzana) es una idea compleja que no se deriva de ninguna impresión en particular, sino de la asociación de ideas simples (verde, ácida, fresca, aromática), según la cual se atribuyen una serie de características a algo desconocido, como si fuera un soporte de ellas (la sustancia de una manzana). Es importante comprender que impresiones e ideas son representaciones, contenidos de nuestra mente. Las ideas se derivan de las impresiones, y aunque algunas de éstas sean ocasionadas por el mundo externo, nada podemos decir de ese mundo externo con certeza, ya que lo único que tenemos la posibilidad de comprobar es el conocimiento de los contenidos de nuestra mente y cómo se asocian entre sí. La idea de sustancia, como vimos, es indemostrable; lo que la percepción interna nos muestra son sólo estados, actividades, propiedades. Por ello la idea de sustancia pensante de Descartes se desvanece; lo único que percibimos es un haz de representaciones, el hábito de representar y enlazar ideas entre sí.
Al pasar de las impresiones a las ideas – gracias al papel de la memoria y la imaginación –y luego al formar ideas complejas por asociación de ideas simples, se pasa de lo vivaz a lo débil, ya que las impresiones tienen la cualidad de expresar con más precisión e intensidad nuestra experiencia.
Hume critica especialmente la noción de causalidad. Cuando decimos que “A es causa de Z”, atribuimos a A la característica de estar en conexión directa con Z, conexión tal que si A, entonces necesariamente también Z. Sin embargo, esta creencia se sostiene solamente en la costumbre, en el hecho de que observamos repetidamente cuando ocurre A, luego se da Z. En efecto, la única impresión que tenemos es que A y Z se dan contiguamente en tiempo y espacio, y por ello las asociamos; no tenemos ninguna impresión que se corresponda con la idea de causa.
La crítica de Hume a la idea de causalidad tiene especial importancia para comprender las críticas a la inducción tan comunes en la teoría de la ciencia. Cuando mediante la inducción se realiza una generalización, no puede pretenderse que exista una relación causal, necesaria, entre los hechos vinculados. Hacemos generalizaciones y predicciones por nuestra natural tendencia a asociar y a creer que lo que viene sucediendo seguirá ocurriendo siempre. Si bien nuestro conocimiento de la naturaleza, a diferencia de lo que ocurre con las matemáticas, solamente tiene un carácter probable, no demostrativo, Hume cree que solamente puede fundarse en la experiencia, en las impresiones que tenemos, y no en principios o innatismos propios del racionalismo.

2 comentarios:

  1. santi, no me queda clara esta conclusion:
    La idea de sustancia, como vimos, es indemostrable; lo que la percepción interna nos muestra son sólo estados, actividades, propiedades. Por ello la idea de sustancia pensante de Descartes se desvanece; lo único que percibimos es un haz de representaciones, el hábito de representar y enlazar ideas entre sí.


    abrazo, nico podesta

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  2. Excelente, Nico.
    Claro y distinto.
    Otro para vos.

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