martes, 22 de octubre de 2013

Kant, la Ilustración y el uso público de la razón

Según Kant, la Ilustración consiste en la salida del hombre de su minoría de edad. Ésta radica en su falta de voluntad para valerse por sí mismo, para darse a sí mismo las normas, para ser autónomo. El hombre, por pereza y cobardía, se mantiene sujeto a los dictámenes de otros para guiar sus acciones, para determinar las normas de conducta y los criterios con los cuales orientar su pensamiento. Por eso cree Kant que no es un problema de limitación de la capacidad de los hombres, sino una cuestión de actitud, de postura de subordinación y sometimiento a otros que prestan su conciencia y su conocimiento y, en consecuencia, permiten evitar a la mayor parte de las personas de las incomodidades de ser independientes, haciéndose cargo de sus razonamientos, puntos de vista  y decisiones. Es en este sentido que la heteronomía del hombre es una culpable minoría de edad, ya que no se debe a falta de inteligencia, sino a la falta de valor de la que padece para ejercerla; de allí que la consigna de la ilustración será, según Kant: “¡sapere aude!”, es decir, “ten el valor de servirte de tu propio entendimiento”.( Kant [1784] 2001)
La posibilidad y la invitación a disponer libremente de la capacidad de pensar que tiene el hombre es una consigna de la Ilustración, articulada con una nueva manera de pensar la historia. La historia hace referencia al encadenamiento de hechos objetivos que tienen un orden y un sentido, en tanto puede ser evaluada como un movimiento que tiende de manera lineal al progreso de las sociedades. Este progreso tiene como motor principal la capacidad de la razón del hombre, la luz natural que es capaz de alumbrar los rincones más oscuros y tenebrosos que aún permanecen como vestigios medievales, representados especialmente por la monarquía absoluta, la religión, la intolerancia, la superstición. La confianza de los iluministas en la capacidad de la razón se traduce en la importancia que dan a la educación como proceso capaz de sacar a las personas de la oscuridad en la que permanecen debido a su ignorancia y a la subordinación a las opiniones de otros que ofician – diría Kant -  como tutores. Un intento de sistematizar una visión ilustrada del conocimiento es la Enciclopedia, proyecto encaminado por Diderot y D’ Alembert con la finalidad de sistematizar y hacer llegar al pueblo una perspectiva que contrarrestara las enseñanzas  de la revelación cristiana.
La importancia de generalizar la capacidad de elevarse, mediante la reflexión, por sobre los saberes de la tradición o de las pautas de conducta heredadas sin examen, es común a los representantes de la Ilustración. Esta se mueve en dirección de la autonomía, de la toma de conciencia de los individuos respecto de sus condicionamientos y libertades, y de la superación de la dependencia de los tutores que indican lo que hay que hacer, liberando de la carga de la reflexión, de la responsabilidad de la decisión, pero al mismo tiempo asumiendo el poder de pensar, decidir y actuar por los otros.
El uso público de la razón es, de acuerdo a Kant, aquel mediante el cual el ciudadano en cuanto tal comunica sus reflexiones públicamente; este uso es el único que puede producir la Ilustración entre los hombres, quienes son capaces de ilustrarse a sí mismos en la medida en que tienen y ejercen la capacidad de hablar en nombre propio y reflexionar con libertad ilimitada sobre los asuntos comunes. Por otro lado, distingue Kant al uso privado de la razón, como aquel que puede hacer un sujeto que desempeña una cierta responsabilidad o cargo civil. (Kant [1784] 2001) Este uso está restringido por las implicaciones y consecuencias que tiene el desempeño de dicha responsabilidad de acuerdo a lo estipulado por las autoridades y por la descripción de la función pública. Kant sostiene que el uso público de la razón debe ser absolutamente libre, pero que el uso privado no puede serlo (justamente por ello es privado de libertad irrestricta) Por ello el príncipe ilustrado no debe temer que las críticas públicas de las cuestiones comunes a todos los ciudadanos y gobernantes pueda poner en jaque su autoridad, en tanto  “… sólo alguien que por estar ilustrado no teme las sombras y, al mismo tiempo, dispone de un ejército numeroso y disciplinado, que les garantiza a los ciudadanos una paz interior, sólo él podrá decir algo que no es lícito en un Estado libre: ¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”. (Kant [1784] 2001)  Es decir que Kant cree que la libertad de pensamiento no solamente no mina el orden público en la medida en que la obediencia está garantizada por el poder real del príncipe, sino que en virtud de la capacidad esclarecedora de la razón y de su intercambio público, las decisiones del príncipe podrán ser más racionales. Después de todo, como señalaba Locke, el pueblo no se rebela por nimiedades, pero sí cuando se siente víctima de aquellos que deberían proteger sus derechos.
Desde este punto de vista, la noción lockeana de derecho a la rebelión, contribuye con el proyecto de la Ilustración, en tanto pone a prueba de forma permanente la justicia de las acciones del Príncipe, cuya consistencia con la misión confiada a las autoridades podrá ser evaluada mediante el uso público de la razón, contribuyendo con un ejercicio del gobierno menos dogmático, iluminado por la luz de la razón. Asimismo, en tanto recae sobre el pueblo mismo la responsabilidad excluyente de determinar si el monarca se ha apartado de su misión, el ejercicio de este derecho de rebelión requiere la participación en el proceso de ilustración en el cual las razones puedan ser dadas a publicidad y discutidas racional y argumentativamente de manera irrestricta.

Cropsey, J. & Strauss, M. (1963) History of Political Philosophy. 3rd. Edition. University of Chicago Press, Chicago, 1987.
Kant, Immanuel (1784) ¿Qué es la Ilustración?. En “¿Qué es la ilustración? Y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia”. Alianza Editorial, Madrid, 2001.
Locke, John (1690)  Dos ensayos sobre el gobierno civil. Planeta Deagosini, Espasa-Calpe, Barcelona, 1996
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