viernes, 7 de noviembre de 2008

Identidad y memoria

Autoras: Julia Rodríguez y Matilde Santamaría
Alumnas de 1º de Bachillerato.
Colegio Zorrilla, Hermanos Maristas, Montevideo - Uruguay


Identidad y memoria: ¿Cómo incide nuestro pasado personal en lo que somos hoy?

Elegimos este tema para reflexionar sobre cómo nuestro pasado personal incide en nuestra formación como personas, ya que notamos que influye mucho en nuestras acciones y en la definición de quiénes somos. Nuestra vida está formada, en parte, por lo que hemos vivido y por todos los recuerdos personales que de alguna manera nos marcaron, ya sean recuerdos positivos o negativos. Nos pareció muy interesante investigar y argumentar sobre diferentes teorías acerca de esto y poder relacionarlas con diferentes materias ya estudiadas, buscando en varias fuentes entretenidas que nos llevarán a argumentar, filosofar, y así lograr llegar a una conclusión.
Para llegar a contestar esta pregunta es necesario explicar primero algunos conceptos como memoria e identidad.
La memoria se puede interpretar de diferentes maneras: desde el punto de vista biológico es una función cerebral causada por las conexiones sinápticas entre neuronas, mediante la que el ser humano puede retener experiencias pasadas; pero nosotras vamos a analizarlas desde el punto de vista psicológico. Ésta, puede ser colectiva, como los recuerdos de una sociedad, como la memoria del Holocausto judío que marcó profundamente la historia de este pueblo o memorias de los desaparecidos en la dictadura. Y por otro lado, está la memoria individual o personal, que según los pensadores Atkinson y Shiffrin es la capacidad que tenemos los seres humanos para registrar, retener y recuperar información. A su vez, la memoria precisa de tres procesos:
-codificación: registrar la información.
-almacenamiento: guardar la información que utilizaremos posteriormente.
-recuperación: evocar la información que anteriormente hemos guardado.
La psicología suele hablar de dos tipos de memoria: una a corto plazo y otra a largo plazo. La primera de ellas recibe unos estímulos que interpreta el individuo, duran unos segundos y esos recuerdos son sustituidos inmediatamente por nuevos estímulos a interpretar. Si se repiten durante un buen número de veces, estos recuerdos pasan a formar parte de la memoria a largo plazo, que contiene vivencias y elementos útiles para la supervivencia. En resumen, la memoria a corto plazo ofrece un contexto y evita la sobrecarga de la memoria a largo plazo.
La identidad es, desde la psicología, el núcleo del cual se conforma el Yo. Se trata de un núcleo relativamente fijo y coherente que junto a la razón le permite al ser humano interactuar con otros individuos en el medio.
Para introducirnos en el tema, nos pareció adecuado aludir al cuento “El Elefante y la estaca”, visto en la materia extra curricular (animación). La historia es sobre un elefante que trabajaba en un circo, y desde muy pequeño estuvo atado a una cadena. El personaje principal, un niño, se pregunta por qué al terminar la función tras hacer sus asombrosos trucos de fuerza, el elefante, capaz de arrancar un árbol inmenso con su propio peso, se quedaba “atado” a una pequeña estaca clavada a unos centímetros de la tierra, sin ni siquiera intentar salir. Esto se debe a que el elefante estuvo intentando escapar durante su infancia y al no lograrlo se rindió y nunca lo volvió a intentar.
Si lo aplicamos a la vida de los seres humanos, podríamos pensar que nuestro pasado y las acciones transcurridas en el mismo, influyen fuertemente en lo que nuestro presente es.
Desde nuestro punto de vista, la formación de la identidad es un proceso que comienza a formarse a partir de ciertas condiciones propias de la persona, presentes desde el momento de su nacimiento, junto a ciertos hechos o experiencias básicas. Según Marcelo Nelson Viñar en Siluetas o Formas de la Memoria y el Olvido: “La memoria contribuye a la construcción identitaria, es decir, cómo la evocación de la experiencia y la vivencia construye y modela la textura de un sujeto humano, que hace que sea yo, como individuo, en la intimidad, o en grupo.”
Si decimos que los recuerdos personales nos marcan desde muy pequeños, la educación que recibimos de nuestros padres principalmente, y la que recibimos en la escuela, liceo, o disciplinas, también son un ingrediente fundamental, aunque no condiciona toda nuestra formación. Por esto, existe una memoria operatoria o aprendizaje de la experiencia, donde el procedimiento es esencial desde aprender a caminar, andar en bicicleta o jugar algún deporte.
Por otro lado, el autor ya mencionado, establece que la memoria no es una función intelectual, sino afectiva. El concepto elaborado por Bersanelli que da la idea de la memoria como archivo, mitad en orden, mitad en desorden o como cámara fotográfica, es un concepto erróneo. Es decir, que los recuerdos que tenemos guardados en la memoria, no deben ser tomados como un testimonio de la acción o el momento ocurrido; no debe ser interpretado como si fuera una foto exactamente igual a lo que realmente pasó.
Esto se debe a que en la experiencia del pasado, cuando marca una presencia en el presente, se le agrega una carga afectiva y emocional. Un ejemplo muy claro es en los jóvenes marginales. Éstos, pueden haber crecido en un ambiente carente de afecto, sin padres que les transmitieran amor, cariño y educación en valores, y es debido a esto que se comportan de determinada manera. Pero de todos modos, no quiere decir que condicione el resto de sus vidas, ya que la construcción de la identidad es un proceso que acompaña a los seres humanos a medida que vamos creciendo.
Para esto, existe la teoría de Erik Erikson que sugiere que “ La identidad es una definición de si mismo, en parte implícita, que un agente humano debe poder elaborar en el curso de su conversión en adulto y seguir redefiniendo a lo largo de su vida”.
El Dr. Gustavo Figueroa, al igual que Sartre, dice: "El ser humano no tiene naturaleza o esencia fija, sino historia", y este atributo irrenunciable determina que nuestra identidad nunca está hecha de una vez para siempre, sino es consecuencia de acciones y prácticas, de quehaceres, que mientras los ejecutamos van coagulándose en rasgos y atributos que confluyen, tejiendo nuestro entramado psicológico y nuestra personalidad social. Somos hoy lo que somos, porque anteayer y ayer fuimos de un determinado modo de ser, nuestro pasado nos posibilitó a que nos constituyéramos en el presente en sujetos para nosotros mismos y los otros.
De acuerdo con eso, notamos que nuestras pensamientos, acciones y vivencias pasadas ocupan un papel importante en nuestras futuras acciones, aunque no son únicamente las causantes de las mismas.
En cuanto a este tema encontramos apropiadas unas hipótesis de sociólogos que estudian diferentes historias de vida y discuten si realmente es importante tomar como válidos los recuerdos personales a la hora de investigar sobre un hecho puntual ocurrido tiempo atrás, ya que hay mayor probabilidad de que se carguen con subjetividad. En ese caso, plantea uno de los autores, se tendría que buscar en cartas, informes de la época o descripciones de periódicos para ampliar la información que da el individuo y comprobar su validez.
Aparte de esto, los seres humanos, no solo tienen la capacidad de recordar, sino que a partir de lo vivido, inconscientemente o no, la memoria selecciona lo que uno quiere en base a los sentimientos y necesidades afectivas.
En base a todos estas hipótesis con sus respectivos argumentos adquiridos, podríamos estar cerrando el tema con una conclusión: volvemos a formular la pregunta: ¿Cómo incide nuestro pasado personal en lo que somos hoy?
De acuerdo a lo que planteamos anteriormente, podemos decir que influye de una manera muy significativa. Si bien el proceso de la construcción de la identidad es un trayecto largo y difícil, algunos aspectos están marcados por nuestro pasado y, si algo de esto es perjudicial para nuestra vida, o sea una característica negativa producida por un hecho concreto, que nuestro inconsciente “guardó”, como comentamos antes, al ser la memoria subjetiva, pueden llegar a ser muy difíciles de resolver y de descubrirse. De manera contradictoria, no podemos justificar nuestra personalidad sólo basándonos en lo vivido, es decir, “no podemos ser de tal manera por algo que nos pasó”, ya que bien sabemos que el proceso de maduración vamos a lograr diferenciar lo que nos pasó con lo que realmente queremos ser.
De todos modos el ser humano necesita seguir redefiniendo su identidad en el resto de su vida. Sin una identidad estable nos sentimos al borde de una crisis, porque una identidad define de alguna manera el horizonte de nuestra vida moral, (es decir qué elegimos y por qué).
Entonces, retomando el cuento escrito inicialmente, el elefante no escapaba porque había estado atado a una estaca parecida desde muy pequeño, y un día se cansó de intentar, y aceptó su impotencia, resignándose a su destino, creyendo que no podía. Por esto, “vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos” simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, probamos y no pudimos”. Y aunque ciertos recuerdos nos marcaron para el resto de nuestras vidas, ¿no es posible superarlos y lograr conformar lo que realmente deseamos ser? Nosotras pensamos que sí. ¿Y tú?..

Bibliografía:
Página 1:
- Atkinson y Shiffrin: definición de memoria
-Definición de memoria psicológica: Wikipedia
Página 2
-
http://www.misrespuestas.com/que-es-la-identidad.html: concepto de identidad
- Siluetas o Formas de la Memoria y el Olvido(Marcelo Nelson Viñar): concepto de memoria
Página 3
-pag. 197 del repartido dado por la profesora ( La construcción de la identidad personal): teoría de Erik Erikson.
-“Mujeres del medioevo. Sueños, memorias, imágenes y leyendas”. Editorial ALTAZOR: hipótesis del Dr. Gustavo Figueroa
-Anthony Giddens, “Sociología” Alianza Editorial, primera edición 1998, pag 688 y 689: teoría de sociólogos sobre las historias de vida.

1 comentario:

  1. Felicito a las autoras, me gustó mucho su trabajo. Abordan un tema interesante para cualquier edad,ya que como bien señalan,la identidad se construye a lo largo de toda la vida. El final abierto invita a los lectores, especialmente adolescentes y jóvenes que están en pleno replanteo y configuración de su identidad personal, a reflexionar sobre el tema y tomar postura.

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