jueves, 1 de enero de 2009

Ensayos 1º de Bachillerato - 2009

¿Es necesario ser consumista para vivir integrado en una sociedad moderna y desarrollada?
Por Rodrigo Cambón y Rosina González

No elegimos este tema al azar, si no que optamos por abordar este tema para comprender y ver distintos puntos de vista sobre el mundo en el que vivimos y para poder tener una postura crítica y reflexiva frente al futuro que nos espera.
Primeramente, nos parece adecuado definir brevemente algunas de las tantas palabras a las cuales haremos referencia en nuestro ensayo. Entendemos por consumismo, a los efectos de igualar la felicidad personal, la compra de bienes y servicios o al consumo en general, sin importar si hay excesos. El caso es ejemplificado por la frase “Cuanto más consumo, más feliz soy”. La palabra consumismo proviene del latín: “consumere”, que significa gastar o destruir y de la palabra ismo del latín y este del griego ismos, sufijo que formaba sustantivos de acción a partir de verbos y que describe actualmente una tendencia innovadora, en especial en el pensamiento y en el arte. Según Zygmunt Bauman, “el “consumismo” es un tipo de acuerdo social que resulta de la reconversión de los deseos, ganas, o anhelos humanos […], desempeña un papel preponderante en los procesos individuales y grupales de auto identificación”(1) .
Si bien mucha gente no distingue entre las palabras consumismo y consumo, éstas no tienen el mismo significado. A diferencia del consumismo, el término consumo, refiere a la acción y efecto de consumir o gastar algún tipo de productos. Significa satisfacer las necesidades presentes o futuras sin ningún tipo de excesos. Como sostiene Collin Cambell “el consumo se torna en consumismo, cuando el consumo comienza a ser extremadamente importante por no decir central en la vida de la mayoría de las personas” (2) . Aplicando el mismo criterio de clasificación, diferenciamos una sociedad consumista de una sociedad de consumo, cuando en la primera mencionada la dinámica central de la vida social es el consumo.
Consumir productos del mercado es una acción tan común en nuestras vidas que se nos hace imposible imaginar cómo sería un mundo sin ella. Lo que no es tan evidente es que existe una “ética de consumo”, lo que quiere decir que hay formas de consumir más adecuadas que otras. Lo que discutiremos a continuación serán los distintos criterios utilizados a la hora de afirmar qué tan ética es la forma en que consumimos. Basado en lo que sostuvo el filósofo alemán Herbert Marcuse, podemos decir que “el consumo se basa en dos necesidades fundamentales: las verdaderas y las falsas” (3) . Las primeras, son aquellas necesidades vitales. Entendemos por éstas a la alimentación, la vestimenta y la vivienda. Lo cual según este criterio, cuando consumimos esto consumimos de una forma ética. Las falsas, por el contrario, son las necesidades que se imponen a los individuos mediante la publicidad. Es decir, cosas que no son para nada importantes, pasan a ser necesidades cruciales a la hora de la satisfacción personal de un individuo. Según esta afirmación, sería poco ético consumir por estas necesidades. Pero, ¿quién es lo sumamente sabio para sostener que una necesidad de un individuo es falsa o verdadera? ¿No es esto algo relativo? Puede decirse que una necesidad es vital para una persona, mientras que para otro individuo quizás no lo es tanto. Esto puede ocurrir por los distintos contextos o ámbitos en los que ellos viven. Supongamos que cierta persona habita en Alaska, la cual necesita de energía calórica para subsistir. En este caso, estamos de acuerdo si decimos que esta necesidad es totalmente verdadera. Ahora, supongamos que otra persona vive en Ecuador. Este individuo no necesitará en absoluto de un determinado artefacto que le proporcione calor. En este caso, la necesidad de calor es completamente falsa. Entonces, ¿cómo podemos decir que una necesidad es falsa o verdadera?
Si bien creemos que es prácticamente imposible responder a esta pregunta, nosotros, nos inclinamos más hacia la segunda afirmación, ya que creemos que algunos elementos que se consumen, si bien no son fundamentales para nuestra subsistencia, pueden tener un valor simbólico, social, y psicológico que lo transformen en una necesidad absolutamente verdadera. Nos atrevemos a decir que un determinado producto es vital en nuestra vida, cuando este, nos otorga ya sea, estatus en la sociedad, satisfacción personal, o simplemente nos hace sentir que estamos en igual posición que un determinado grupo de referencia al cual nos comparamos. (Adela Cortina, “Ética del consumo”).
Ciertamente, hay quienes pueden discrepar con esta idea, y sostener que las necesidades que se vuelven vitales al compararse con otros no justifican el hecho de consumir compulsivamente. Dirían que consumir por búsqueda de estatus es una larga carrera sin final. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que las necesidades vitales como el hambre, pueden ser saciadas. Mientras que es imposible satisfacer aquellas necesidades cuyo fundamento sea el deseo de cada uno de superar a los demás o igualarlos en acumulación de bienes ya sea por posición social o autoestima. Vivimos en una sociedad donde una digna reputación se consigue mediante la acumulación de bienes innecesarios, por lo que gastar en lo inútil de modo ostentoso se vuelve algo diario, lo que afirma fuertemente que eliminar el consumo ilimitado, o sea de forma comparativa, es imposible.
La gente no valora los bienes que tiene por el valor propio de cada cosa, si no por el simple hecho de compararse con cualquier grupo de referencia. Estas comparaciones, se pueden dar no solo con vecinos, compañeros de trabajo, familiares, amigos; si no también con celebridades que aunque no compartan ninguna clase de vínculo ni similitud, tratan de igualárseles en la acumulación de bienes. Lo podemos representar diciendo que si nadie tiene un iPhone, entonces nadie lo deseará o anhelará; ahora, si la mayoría tienen lo tiene, la minoría lo deseará fervorosamente. También puede suceder con la vestimenta, vivienda, vehículos, entre otros. Al consumir comparativamente, estamos determinando un “estilo de vida” común que abarca a todos aquellos que consumen con el mismo criterio de comparación.
Luego de haber dicho todo esto, nos encaminaremos más hacia la respuesta de la pregunta planteada al comienzo del ensayo. En base a lo discutido previamente, podríamos afirmar que vivimos en una sociedad en la cual todos se ven beneficiados al estar incluidos dentro de ella y los que están excluidos se ven claramente perjudicados. Es precisamente por eso que la mayoría de las personas, desean y anhelan fuertemente estar contenidos dentro de esa sociedad. Es aquí donde surge la frecuente incógnita de todos: ¿cómo logramos estar integrados en una sociedad moderna?
Al parecer, para integrarse a una sociedad se debe adaptarse a ella, a su ritmo, a su población, a su política, a su economía. Pero en especial, a su dinámica social. Ahora, lo que sucede con la mayoría de las sociedades modernas, es que son sociedades consumistas, lo que significa que su dinámica social central es el afán de acumulación de bienes, por lo cual esto indicaría que hay una única forma de adaptarse: el consumo.
Entonces, podemos decir que el consumo, además de dar satisfacción personal y posición social, tiene un fin comunicativo que ayuda a la integración de las personas. Al consumir, la gente se identifica con otras personas, por lo que ayuda a socializar entre individuos ya sean conocidos o desconocidos. Además, la publicidad crea un efecto en los consumidores que les hace sentir que al consumir determinados productos, éstos les van a brindar cierto nivel de seguridad y auto confianza que serán un factor de ayuda a la hora de socializar con los demás. Esto, les proporcionara sentimiento de pertenencia y ricas experiencias de vida. Por ejemplo, supongamos que hay una liquidación de ropa en una determinada tienda. Esta liquidación provocará una concurrencia mayor a lo común a este local, allí dos desconocidos pueden comenzar una relación mientras esperan en la cola de la caja. También lo podemos ver en niños chicos en la escuela, si seis niños poseen un auto de carreras a control remoto, es altamente probable que esos niños que lo tienen, jueguen juntos.
Discrepando con esta postura anterior, hay quienes sostienen que los efectos del consumo son totalmente opuestos. Nosotros coincidimos con esta última mirada ya que podemos decir que el consumo es una práctica que aparenta incluir pero en rigor excluye y fragmenta. Volviendo al ejemplo de los niños, supongamos que sale un nuevo auto a control remoto el cual puede, a diferencia del otro, además de andar sobre asfalto, andar sobre arena, y sólo 4 de ellos logran acceder a dicho juguete. Entonces, al momento de jugar sobre arena, los niños que no pudieron acceder al nuevo auto, quedarán excluidos del grupo.
Concluyendo, si algo no produce el consumo son experiencias de vida. Sí produce una vivencia de satisfacción y también una fuerte vivencia imaginaria de pertenencia. Vivimos en un mundo en el cual buscamos la opción más rápida o simple para solucionar un problema sin pensar en las posibles consecuencias que ésta traiga. Consumir compulsivamente, es sin duda, una forma que elegimos para lograr nuestra integración en la sociedad. Destacamos la palabra “elegimos” ya que creemos que el ser humano es el único ser capaz de ir construyendo su propia historia. Sabemos, que la mayoría de la gente es manipulada por la publicidad, incluso desde que somos niños, donde hay veces que ni siquiera se tiene la capacidad de razonar. Ya desde esa temprana edad, sin darnos cuenta, somos manejados y se van apropiando de nuestras ideas y convicciones. Poco a poco somos producto de ideologías, pensamientos, costumbres que no siempre poder “elegir libremente”. Para enfrentar esto es fundamental capacitarnos cada vez más, ser críticos y objetivos y por sobre todas las cosas ser capaz de enfrentar un mundo tan cambiante y conflictivo. Creemos que el ser humano puede ser lo quiere ser y para ello la voluntad es determinante: cada uno debería poder elegir qué consumir y qué no consumir, de acuerdo a su criterio, si bien debemos tener en cuenta la dificultad que propone la diferenciación entre las necesidades verdaderas o vitales y las falsas.
Por todo esto es que tenemos que luchar para que cada uno pueda elegir integrarse a una sociedad mediante, independientemente de las “leyes del consumismo”. Estamos convencidos de que si nos lo proponemos, somos capaces de vivir totalmente integrados a una sociedad moderna y desarrollada sin necesidad de ser consumista. Sabemos que es difícil optar por no consumir y creemos además, que mucha gente está poco informada sobre las consecuencias de consumir compulsivamente, a nivel personal, colectivo y universal. Ahora que tú estás informado, ¿eres capaz de ser crítico y optar por una nueva forma de vida que no sea consumista? …Confío en ti… una nueva pregunta… ¿serías capaz de llevarlo a la práctica?


Notas

1 Bauman Zygmunt, “Vida del consumo” Pág. 47

2 Collin Cambell, “Elusive consumption” Pág. 27

3 Herbert Marcuse, “Ética del consumo”

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