martes, 2 de junio de 2009

Jürgen Habermas, filósofo


La Vanguardia 26 de noviembre de 2006
Traducción: Manero/ Falcó

JUSTO BARRANCO – Barcelona
El filósofo Jürgen Habermas (Dusseldorf, 1929) es probablemente uno de los intelectuales más citados y solicitados de la segunda mitad del siglo XX. Representante del pensamiento crítico de la nueva escuela de Frankfurt, es conocido sobre todo por su concepto de esfera pública, esa red social en la que se intercambian informaciones y puntos de vista que, finalmente, puede transformarse en opinión pública. Autor de libros como Teoría de la acción comunicativa,Historia crítica de la opinión pública o Más allá del Estado nacional,ha sido director del Instituto Max Planck de Munich desde 1971 hasta 1983, y entre sus intervenciones más comentadas en los últimos años se cuentan su concepto de patriotismo constitucional o su polémica con Peter Sloterdijk sobre el uso de la selección genética para mejorar la raza humana, una idea que para Habermas se acerca a lo que hicieron los nazis. También ha llamado la atención su diálogo con Joseph Ratzinger en el 2004, antes de que éste fuera Papa, sobre los Fundamentos morales prepolíticos del Estado liberal.Precisamente ahora se publica en España Entre naturalismo y religión (Paidós), un compendio de sus escritos que tratan con especial atención la religión y lo que la razón puede extraer de ella para regenerar lo que califica de "modernidad descarrilada". El filósofo contestó por fax las preguntas que le remitió La Vanguardia y también habló sobre la polémica autobiografía de Joachim Fest que le acusaba de haber deseado el triunfo de Hitler y que ha logrado retirar de las librerías.

- ¿Esperaba usted escribir tanto sobre religión al principio del siglo XXI? ¿Esperaba que la religión tuviera un papel tan importante en la esfera pública?

- Bueno, tanto la caída del corrupto régimen del sha como la fundación de la República Islámica de Irán fueron ya indicios del papel político que iban a desempeñar los fundamentalismos religiosos. Sin embargo, junto al islam han aparecido entre tanto otros síntomas, como el éxito de las misiones evangélicas en Sudamérica y Asia. Por último, también los atentados suicidas en Israel y los ataques del 11-S, así como el atentado de Madrid, han vuelto nuestra atención con gran fuerza hacia el mal uso de la religión como arma política. Otro dato que se corresponde con los anteriores es el éxito de la alianza entre evangélicos y católicos de EE. UU., orquestada con muchísima antelación, que posibilitó en un primer momento la victoria de Bush. Era difícil prever que ese trasfondo político acabaría por conferirle un nuevo interés también a la Iglesia católica, y quizá incluso cierta renovación a la religión en general.

- Usted escribe que la razón, en estos momentos en que nuestro mundo experimenta un periodo difícil, no puede hacer frente a una modernidad descarrilada sólo con mirar a las ideas de una teoría de la justicia, y que podría mirar hacia la religión para regenerarse. ¿En qué sentido la modernidad ha descarrilado?

- Ante el auge de la globalización económica y de la incursión de la racionalidad económica en cada vez más facetas de la vida, me he vuelto escéptico en relación con una modernización que amenaza con perder su propia base normativa en el derecho y la moral. Piense en el cálculo económico, que invade la justicia y que socava el derecho penal. Piense en los ejemplos de la privatización de la guerra, de la administración de prisiones, del suministro de energía y del sistema sanitario. El Estado deja elementos clave de la protección del bien público en manos del mercado. En todas partes, las regulaciones normativas, así como las legislativas y las morales, están desapareciendo y son sustituidas por cálculos de beneficios. La modernización correrá más peligro de descarrilar cuanto más ceda el control de esas bases normativas. Esto no se aprecia únicamente en el hecho de que se ha perdido el equilibrio entre mercado y política, sino también en la desinhibición sociodarwinística de la política internacional. Desde que el Gobierno estadounidense ya no respeta el derecho internacional ni a la ONU y practica una obvia política de doble rasero, aumentan cada vez más el número de estados que siguen este ejemplo y se aplican en la búsqueda sin escrúpulos de sus propios intereses nacionales. En esta época moderna de secularización, no obstante, cuando decaen las fuerzas que fomentan una autorregulación normativa, conviene echar mano con cautela de todos los recursos que permiten la regeneración de la conciencia del compromiso. Y la religión ocupa un lugar preeminente en esta cuestión.

- ¿Qué puede aprender o tomar la razón de la religión? ¿De todas las religiones o sólo del cristianismo?

- A lo largo de los siglos, en la vida moral de las comunidades religiosas no sólo se han ido formando y se han conservado prácticas de respeto, cuidados y ayuda mutuos. Sobre la base de una vida estabilizada litúrgicamente en las parroquias se ha creado también una larga tradición de interpretación y comprensión intelectual de los textos sagrados. De este modo, las sutiles experiencias en las relaciones con los demás y los sentimientos morales encuentran una expresión articulada. Las tradiciones religiosas aguzan nuestras sensibilidades para aquello que Adorno denominó una vida "dañada". Esto es aplicable a todas las grandes religiones, no sólo al cristianismo. Pero en Occidente se ha producido una simbiosis entre cristianismo y metafísica que explica por qué incluso la razón secularizada del pensamiento posmetafísico moderno se alimenta de ese legado. Yse alimenta especialmente cuando se habla de las condiciones de una "vida no malograda". Muchos conceptos filosóficos básicos, como autonomía y responsabilidad,individualidad y dignidad humana,han acogido con discreción en su seno un potencial de significado religioso y han nutrido en cierto sentido a un público general de creyentes, no creyentes y adeptos de otras creencias. Por tanto, aún hoy en día debemos tratar esas fuentes con muchísima cautela.


- ¿Esto significa una corrección a las ideas de la Ilustración o sólo a esa modernidad descarrilada de la que habla?

- En un diálogo con tradiciones religiosas experimentadas y ricas, manteniendo una actitud receptiva, la Ilustración puede percatarse de su propia estrechez de miras. Una razón limitada como la nuestra - y no conocemos ninguna otra- debería ser consciente de sus límites. Pero, si intentara encontrar su propio fundamento en el otro - en la fe-, la razón se dejaría de lado a sí misma.


- De alguna manera, ¿la filosofía ha rechazado demasiado pronto las posibilidades de la religión, ha sido soberbia frente a ella?


- Yo más bien diría que la filosofía se abstiene de emitir un juicio sobre posibles verdades de las tradiciones religiosas.


- Volviendo a lo anterior, cuando habla de esa simbiosis entre cristianismo y metafísica, ¿quiere decir que la filosofía tiene en sus orígenes, detrás, una religión y no es posible eliminarla sin afectar a la filosofía actual misma?

- Tan sólo creo que las grandes religiones del mundo, que nacieron al mismo tiempo que la filosofía griega, pertenecen, igual que ésta, a la genealogía de la razón. Y la razón moderna, o posmetafísica, no acabará de comprenderse a sí misma hasta que no entienda su relación con la religión como un aspecto de la mente que, no obstante, le es ajeno o queda fuera de ella.


- Trasladándonos al mundo práctico, ¿qué significa esto para la praxis política? De su libro parece desprenderse que la neutralidad del poder de los estados no es compatible con la generalización de una visión secular del mundo. ¿Es usted crítico con la visión secular? ¿Tenemos que cambiar nuestras constituciones?


- Eso es un malentendido. Yo defiendo los fundamentos seculares de los estados liberales. El poder estatal debe seguir siendo ideológicamente neutral y debe legitimarse mediante consideraciones seculares regidas por la razón. La soberanía del pueblo y los derechos humanos son las fuentes seculares de la legitimación de los estados constitucionales regida por la razón. No critico el derecho natural completamente secular, sino la ideología secularizadora que niega por principio a la religión la posibilidad de contener parte de razón.


- ¿Habría estado a favor de la mención de la cristiandad en la Constitución Europea?


- No, en los estados miembros de la Unión Europea viven en la actualidad tantos ciudadanos no cristianos que sería inaceptable fundamentar el orden político sobre valores cristianos. Naturalmente, la contribución histórica que la moral de la justicia judía y la ética del amor cristiana han aportado, sin duda, a la formación del individualismo moderno y del universalismo igualitario puede y debe intervenir en la autognosis política de los ciudadanos europeos. Para los europeos, se trata de un componente esencial de nuestra cultura política común.

- Usted escribe que necesitamos un nuevo concepto de ciudadanía para hacer que todo el mundo se sienta integrado en un Estado. ¿Qué clase de ciudadanía? ¿Cómo se relaciona con la idea de multiculturalismo? Y, ¿cuáles son sus límites, hoy que vivimos debates que van desde el creacionismo en EE. UU. hasta el uso del hiyab en la escuela, la educación separada por géneros o la polémica de Idomeneo en Berlín?

- La integración de inmigrantes procedentes de otras culturas y religiones no es una calle de sentido único. No basta con exigir a los inmigrantes que aprendan la lengua y que se adapten a la cultura del país de llegada. También los ciudadanos autóctonos deben ampliar sus horizontes para aprender a comprender las formas de vida culturales de sus nuevos compatriotas. Hoy los hijos de padres turcos que emigraron a Alemania para trabajar transforman literariamente sus ambivalentes experiencias en forma de novelas. Sin embargo, con ello no sólo enriquecen la literatura alemana. A medida que los poros compactos de nuestra cultura nacional se van abriendo, lo mismo sucede con la vida cotidiana. Para combatir el odio y la violencia debemos introducir las reglas del Estado de derecho, con aplomo pero sin imposiciones. Entre esas reglas está la igualdad de derechos entre hombre y mujer, así como la pertinencia de las ciencias institucionalizadas en el saber secular. Sin embargo, el uso del velo en las calles y en los puestos de trabajo europeos es también un símbolo legítimo de la imagen personal pública de una cultura minoritaria muy marcada por su religión.


- En este sentido, muchos intelectuales europeos dicen que el islam, y no sólo su versión fundamentalista, no es compatible con nuestros sistemas políticos. ¿Qué piensa de esta afirmación?


- En España deberían ustedes recordar que la Iglesia católica no firmó la paz dogmática con la democracia y los derechos humanos hasta el concilio Vaticano II, es decir, en la segunda mitad del siglo pasado. No existe ningún motivo razonable para asumir que el islam no será capaz de seguir una evolución similar.

- ¿Cree que finalmente podemos vivir un choque de civilizaciones?


- Creo que los pronósticos que auguran un choque de civilizaciones inevitable son erróneos.


- ¿Qué piensa sobre la alianza de civilizaciones que Zapatero, Annan y Erdogan promueven?


- Es una iniciativa bienvenida a la que sólo cabe desearle éxito.

- Finalmente querría preguntarle sobre la polémica con el libro de Joachim Fest. ¿Cree que sus comentarios sobre usted tenían una intención política clara? ¿Qué piensa de las revelaciones de Grass?

- El tribunal de primera instancia de Hamburgo ha prohibido a la editorial Rowohlt que siga publicando la acusación de Fest. En cuanto a las calumnias, puesto que ésa es la denominación jurídica, los motivos son obvios. Creo que la revista que exageró el rumor pretendía aprovecharse de la situación del caso Grass para acabar con toda una generación de intelectuales críticos.

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