En la introducción de su famosa obra “La filosofía como espejo de la naturaleza”, publicada en 1979, el filósofo estadounidense Richard Rorty (1931 – 2007) traza las líneas generales que sigue con dicha obra.
Considera que ya desde Kant la Filosofía se ha visto a sí misma como la disciplina a la que corresponde determinar la legitimidad de todas las pretensiones de conocimiento, tanto de la ciencia, como de la moral, el arte o la religión, debido a que se atribuye a sí misma una comprensión especial de la naturaleza del conocimiento y de la mente.
La aspiración de conocer los fundamentos mismos del conocimiento llevó a la Filosofía a investigar los “procesos mentales”, así como las “actividades de representación” que a su juicio los hacen posibles. Su preocupación central fue elaborar una teoría general del conocimiento, posibilidad que descansa sobre la idea de que conocer es representar con precisión en nuestra mente lo que está fuera de ella. Por ello la idea de filosofía como “espejo de la naturaleza”, que contiene representaciones susceptibles de ser estudiadas mediante métodos puros, no empíricos.
Es en este sentido en que la noción de “mente” como “espejo” hace posible la de “conocimiento” como representación precisa del mundo. Como elemento adicional, debe tenerse en cuenta también la estrategia que de Descartes a Kant intentó depurar las representaciones inspeccionando, reparando y limpiando el espejo. Sin estos conceptos, los intentos de la filosofía del siglo 20, desde el análisis conceptual de los analíticos al análisis fenomenológico de Husserl, carecen de todo sentido.
En palabras de Rorty: “El objetivo del libro es socavar la confianza del lector en “la mente” como algo acerca de lo cual debemos tener una visión filosófica, en “el conocimiento” como algo acerca del cual debemos tener una teoría y que tiene cimientos, y en la “filosofía” como ha sido concebida desde Kant. “ (pág. 7, traducción nuestra)
Considera que ya desde Kant la Filosofía se ha visto a sí misma como la disciplina a la que corresponde determinar la legitimidad de todas las pretensiones de conocimiento, tanto de la ciencia, como de la moral, el arte o la religión, debido a que se atribuye a sí misma una comprensión especial de la naturaleza del conocimiento y de la mente.
La aspiración de conocer los fundamentos mismos del conocimiento llevó a la Filosofía a investigar los “procesos mentales”, así como las “actividades de representación” que a su juicio los hacen posibles. Su preocupación central fue elaborar una teoría general del conocimiento, posibilidad que descansa sobre la idea de que conocer es representar con precisión en nuestra mente lo que está fuera de ella. Por ello la idea de filosofía como “espejo de la naturaleza”, que contiene representaciones susceptibles de ser estudiadas mediante métodos puros, no empíricos.
Es en este sentido en que la noción de “mente” como “espejo” hace posible la de “conocimiento” como representación precisa del mundo. Como elemento adicional, debe tenerse en cuenta también la estrategia que de Descartes a Kant intentó depurar las representaciones inspeccionando, reparando y limpiando el espejo. Sin estos conceptos, los intentos de la filosofía del siglo 20, desde el análisis conceptual de los analíticos al análisis fenomenológico de Husserl, carecen de todo sentido.
En palabras de Rorty: “El objetivo del libro es socavar la confianza del lector en “la mente” como algo acerca de lo cual debemos tener una visión filosófica, en “el conocimiento” como algo acerca del cual debemos tener una teoría y que tiene cimientos, y en la “filosofía” como ha sido concebida desde Kant. “ (pág. 7, traducción nuestra)
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