jueves, 1 de enero de 2009

¿Han desaparecido los valores morales...?

¿Han desaparecido los valores morales o simplemente ha cambiado el modo en que nos relacionamos con ellos?
Por Bruno Frachia y Ramiro Porto

Esta pregunta es la que nos inquieta, ya que dentro del tema propuesto, la influencia de la evolución y el progreso del consumismo y de la vida en sociedad, sobre la esencia del ser humano y sus valores morales, es un tema muy interesante. A todos hoy en día, creemos que les interesaría tratar de descubrir si en realidad estos valores se perdieron o fueron suplantados por otros; ya que tantas veces escuchamos a los mayores cuestionando a la sociedad de hoy así como también su falta de valores, sin realizar un verdadero análisis crítico sobre la temática abordada, sino que se basan en el análisis comparativo.
Tomando como premisa la interrogante formulada, nos propondremos echar luz sobre ella, tratando de analizar un compilado de obras de escritores, filósofos y sociólogos que refieren al posmodernismo, individualismo, consumismo y consumo, identidad moral, así como los valores y estilos de vida actuales. Intentaremos, a su vez, resaltar la diferencia entre los antiguos modelos de vida de las sociedades y el posmoderno.
“Como época la posmodernidad seguiría a la modernidad y se caracterizaría por constituir el resultado de la crisis de algunas grandes ideas que habrían caracterizado a la modernidad (…) al pensamiento de los siglos XVII, XVIII y XIX: la idea de progreso y futuro mejor, la idea de revolucionar el orden social injusto, la idea de que gracias a la ciencia se pueden alcanzar la verdad y el bienestar…”(1) Al ver que la ciencia avanzaba a pasos agigantados hacia verdades absolutas, y que la sociedad progresaba con ella, exacerbaba los ánimos y contribuía al positivismo, por lo que cultivaba utopías. Durante este período se desarrollaba el “American Way of Life” (décadas del 50 y 60), un período de esplendor, donde la economía del mundo creció a un ritmo verdaderamente asombroso y vertiginoso, causando transformaciones en la calidad de vida de las grandes masas, que accedieron por primera vez a productos antes reservados a una minoría. Las sociedades acusan un franco ascenso, debido al fin de la II Guerra Mundial (está comprobado que en un sistema capitalista, luego de una crisis de estas dimensiones, se produce un período de bonanza, en el que se reafirma la economía, para luego volver a caer en otra crisis: crisis cíclicas) y gracias al desarrollo de las industrias, así como los subsidios otorgados por el Estado y los salarios altos que permitieron establecer un nivel de vida por encima del de subsistencia, por el cual las familias pudieron acceder a lujos antes inimaginables para ellas. Para el arte, esto no fue ajeno, ya que surgió el movimiento artístico denominado “Pop Art”, el cual se proponía transmitir el nuevo estilo de vida americano a través de pinturas que reflejaban la cotidianeidad, y que podían ser vistas por las masas, y que en otro momento podría haber sido una obra pictórica expuesta en una galería de arte, reservada para la admiración de unos pocos. La publicidad utilizó el Pop Art para difundir el consumismo, ya sea con obras en las que aparecían marcas registradas, o como las famosas publicidades de Coca-Cola, en las que se visualizaban íconos de la época tales como Marylin Monroe.
Se produce un quiebre a finales del siglo XX donde se comenzó a dudar sobre el futuro de los grandes proyectos transformadores, “…¿es el final de las utopías [?]” (2). Tomamos ésto como el fin de una era donde asistimos a la defunción del optimismo y se produce el desencanto al fracasar los ideales propuestos en la modernidad. “El ideal de sacrificio es átono, la fe en el futuro radiante de la historia está agotada: ¿qué nos queda sino la aventura del saber y las promesas de la inteligencia pragmática de los justos medios?” (3) . De aquí se traduce que somos testigos de la reconversión del hombre, quien busca beneficios con mayor inmediatez, como contrapartida de la era moderna, donde el ahorro primaba ante la ostentación o el lujo.
El posmodernismo trajo consigo una acentuación del individualismo como “modus vivendum”. El individualismo es, en este caso, una filosofía de vida que se basa en dar prioridad a los derechos del individuo frente a los de las estructuras sociales. Como sostiene Juliet Schor, actualmente las personas se encuentran inmersas en oficinas, trabajando horas extras para saciar sus deseos de una altísima calidad de vida, quizás reemplazando el tiempo de disfrutarla por más tiempo esforzándose por obtener más dinero para volver a saciar sus deseos, como un círculo vicioso que nunca acaba. Además, ella afirma que la forma de consumir de las sociedades también ha cambiado, por ejemplo: antes, los individuos consumían de acuerdo a una línea, es decir, adecuándose al consumo de otros individuos pertenecientes a la misma clase social. Como contrapartida, en la actualidad consumen intentando asemejarse a los integrantes de las más altas esferas sociales, por el simple hecho de la ostentación, rasgo característico del individualismo. “Al individualismo lo acompaña la ausencia de trascendencia, religiosa o laica. Se exalta el cuidado del cuerpo (muchas dietas, mucha gimnasia); al cuidado del cuerpo lo acompañan, no siempre sin contradicciones, la exaltación de los sentidos, el hedonismo, el nudismo.” (4). Es decir, el hombre ignora y omite su pasado, perpetuando el presente y mirando el futuro solamente como un inmenso crisol donde atesorar una suerte de nuevas necesidades y satisfacciones. En consecuencia, busca el consumo. Y en lo referente al hedonismo, el hombre pretende legitimar el placer, suprimiendo el dolor, usando como estandarte el culto a la liberación, y esto estimula el narcisismo (excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras), llevando al individuo hasta el nivel del egoísmo (inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás). Acusamos la necesidad de recurrir a las antiguas creencias de la vida eterna o eterna juventud desde lo estético más que religioso o filosófico, siempre apoyados en un interés individual; como una especie de alquimia (conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, en busca de la eterna juventud) acomodaticia. Necesitamos perpetuarnos, prolongarnos en el tiempo o mejorar nuestra calidad de vida, y esto es comprobable echando una mirada sobre los avances en la cosmética y la medicina orientadas a este fin, sin distinción de género. “El sujeto se autoconcibe como un individuo constituido por un cuerpo con necesidades que deben ser satisfechas constantemente…” (5) .¿Qué efectos colaterales se producen? El individuo, en su constante búsqueda por la perfección y la competencia por la satisfacción personal, elabora sin intención una contradicción a sus propósitos; socializa pero está aislado, demasiado absorto en conseguir aquello que nunca lo termina de saciar. Esto da lugar como consecuencia al consumo, lujo, poder, dinero, todos ellos como herramientas inmediatas que encajen perfectamente y comulguen con los ideales de estereotipo actuales.
“…el consumo es un hecho banal, incluso trivial. (…) Pero la mayor parte del tiempo consumimos de hecho, se diría que rutinariamente y sin demasiada planificación y sin pensarlo dos veces.” (6). El consumo es realmente crucial para nuestras vidas, tal como lo dice Bauman: “…el consumo es una condición permanente e inamovible de la vida y un aspecto inalienable de ésta, y no está atado ni a la época ni a la historia (…) se trata de una función imprescindible para la supervivencia biológica que nosotros, los seres humanos, compartiremos con el resto de los seres vivos.” (7) . Hay una gran diferencia entre el estilo de consumo entre los humanos y los demás seres vivos, ellos los hacen únicamente para sobrevivir, mientras que nosotros nos hemos autoimpuesto un sistema mas que de consumo, de “consumismo”, en el que sí consumimos productos muchas veces innecesarios. El resto de los seres vivos no tienen el desarrollo mental suficiente como para ser “seres consumistas”, para ello necesitarían pasar por un extenso proceso llevado a cabo ya por los seres humanos, el cual parece no tener vuelta atrás, y gracias al cual nos volvimos dependientes del consumo, perdiendo en parte esa libertad de la que gozan el resto de las especies del planeta. También propone que se produjo una “revolución consumista”, “…con el paso del consumo al “consumismo”, cuando el consumo, como señala Colin Campbell, se torna “particularmente importante por no decir central” en la vida de la mayoría de las personas, “el propósito mismo de su existencia”…” (8), por lo que está exponiendo que el consumismo es el máximo exponente del consumo, en el que el eje de la vida es este último.
“Nuestra época no restablece el reino de la “antigua buena moral” sino que se libra de ella. Así pues, no hay que dar por supuesto ninguna ruptura con las tablas de la ley, ninguna invención de nuevos valores: en lo esencial, son los mismos desde hace siglos y milenios. Muy larga continuidad que, sin embargo, no debe obliterar la nueva manera de remitirse a los valores, la nueva regulación social de la moral en este punto inédita que instituye una nueva fase en la historia de la ética moderna.” (9) Aquí, Lipovetsky nos quiere dejar en claro que los valores morales no han cambiado, sino el modo de relacionarnos con ellos. También dice, más adelante, que a partir de la Ilustración se ha intentado crear una moral con bases aisladas de cualquier influencia religiosa. Las nuevas ideologías se basan en cumplir el deber y no romper la ley mas allá de la existencia de un castigo divino, más allá de un “Dios justiciero”. Dios ya no tiene el mismo protagonismo ni incidencia en el comportamiento colectivo. En cuanto a los valores morales de la sociedad actual, vemos una gran contradicción. Teóricamente, se enaltecen los mismos, y se busca un mundo justo, pero por el lado de la práctica, muchas veces son ignorados y violados: “¿Cómo seres vueltos sólo hacia ellos mismos, indiferentes al prójimo tanto como al bien público, pueden todavía indignarse, dar prueba de generosidad, reconocerse en la reivindicación ética?¿Quid de la cultura individualista que glorifica el Ego pero que paradójicamente logra convertir en estrella las virtudes de la rectitud, de la solidaridad, de la responsabilidad?” (10). Aunque creemos que Lipovetsky no está tan equivocado en esa apreciación, igual pensamos que está siendo muy drástico al generalizar esos aspectos, ya que no todos se rigen por esa filosofía de vida, la de no poner en práctica las ideas que promueven. La sociedad de hoy en día es azotada por “…la decadencia que ilustra el aumento de la delincuencia, los guetos en los que reina la violencia, la droga y el analfabetismo, la nueva gran pobreza, la proliferación de los delitos financieros, los progresos de la corrupción en la vida política y económica.”(11) Aunque estos factores son muy contaminantes, se intenta combatirlos a partir de movimientos pacifistas, como los llevados a cabo por filántropos y virtuistas, por medio de leyes escritas, o políticas de estado, para revitalizar los valores morales, tales como la tolerancia, la libertad (física y de pensamiento), el respeto por las diferencias, etc.

Es muy complejo concluir y fundamentar una posición ya que los modelos de sociedad han ido cambiando, modificando hábitos y reivindicando derechos. A su vez, también lo dificulta el hecho de que las sociedades del mundo entero no son de carácter homogéneo. A nuestro criterio, a pesar de haber ido cambiando sus propósitos y sus creencias, el hombre vive en una lucha interminable por alcanzar lo que en teoría sería para él la estabilidad, la paz, muchas veces sin medir consecuencias, reinventándose a sí mismo, embanderado bajo el lema de la búsqueda de la felicidad y la libertad de los hombres. Promueve ideales, dicta leyes, aplica políticas de Estado contra la miseria, la pornografía, la discriminación, etc., y a su vez, él mismo las transgrede. Es juez y a su vez acusado, juega a ser Dios, mientras manipula la naturaleza, creyendo en el poder absoluto de sí mismo.
En síntesis, en cuanto a la pregunta formulada como disparador para el desarrollo de este ensayo argumentativo, creemos que los valores del hombre realmente no han cambiado, sino como propusimos al comienzo, se ha transformado el modo en que nos relacionamos con ellos, a pesar que efectivamente se han devaluado porque se han utilizado con fines espurios, escondiendo los verdaderos.
Quizás la humanidad asista algún día a la comunión y reconciliación del hombre con los valores altruistas, aquellos que procuran el bien ajeno a costa del propio, con los que fue creado y todo este tiempo no sea más que caminos vecinales que lo lleven a encontrar el verdadero camino hacia la libertad tan ambicionada, desprovista de vanidad y sueños efímeros.

Notas

1 Obiols G. “Lógica y Filosofía”, pág. 249
2 Obiols G. Op. Cit., pág. 249
3 Lipovetsky G. “El crepúsculo del deber”, pág. 18
4 Obiols G. Op. Cit., pág. 253
5 Obiols G. Op. Cit., pág. 253
6 Bauman Z. “Vida de consumo”, Pág. 43
7 Bauman Z. Op. Cit., pág. 43
8 Bauman Z. Op. Cit., pág. 44
9 Lipovetsky. Op. Cit., págs. 10, 11
10 Lipovetsky G. Op. Cit., pág. 10
11 Lipovetsky G. Op. Cit. pág. 10

Bibliografía

Bauman, Zigmunt. “Vida de consumo”, Madrid, Fondo de cultura económica, 2007
Obiols, Guillermo. “Lógica y Filosofía”, Buenos Aires, Ed. Kapelusz, 2000
Lipovetsky, Gilles. “El crepúsculo del deber”, Barcelona, Ed. Anagrama, 1994
Schor, Juliet. “The New Politics of Consumption”, Boston, Boston Review, 2000.

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