martes, 18 de septiembre de 2012


Nietzsche: lo apolíneo y lo dionisíaco

De acuerdo a Abbagnano un supuesto del pensamiento de Nietzsche fue la noción que Schopenhauer formuló acerca del valor de la vida, según la cual esta es “dolor, lucha destrucción, crueldad, incertidumbre, error. Es la irracionalidad misma: no tiene, en su desarrollo, orden ni finalidad; el azar la domina, los valores humanos no encuentran en ella ninguna raíz” (Abbagnano, 1994: 320). Frente a una vida así concebida, o bien se asume una actitud de renuncia, de negación que conduce al ascetismo, o bien se la acepta tal cual es, arribando a la exaltación de la vida y la superación de hombre.

En la interpretación de la cultura griega que desarrolló en El nacimiento de la tragedia, Nietzsche identificó dos tradiciones de cuya interacción nació el género trágico: lo apolíneo y lo dionisíaco. El primero, que toma su nombre del Dios Apolo, representa el principio del orden y la forma, de la medida y de la razón, y es propio de las artes plásticas. Es el símbolo de la mesura, del equilibrio, así como de la libertad respecto de las emociones más salvajes. Esto es posible ya que descansa en el principio de individuación, aquello que hace posible la representación de cada hombre como diferente y separado de todo y todos los demás. En medio de ese mundo de tormentos, el hombre individual encuentra en esa bella apariencia una gran confianza que le permite ser imperturbable.

Por otro lado lo dionisíaco, que toma su nombre del Dios Dionisos, es el principio del caos, de la desmesura, de la pasión, y representa un mundo de embriaguez y de intoxicación. Permite al hombre romper con la individuación y con lo subjetivo; reconcilia al hombre con la naturaleza hostil y funde su “yo” con el prójimo. Según Nietzsche, gracias al espíritu dionisíaco el esclavo se libera y rompe las determinaciones arbitrarias establecidas por los hombres. Cada cual se siente no sólo unido, reconciliado, fundido con el prójimo, sino Uno con él. Cantando y bailando, el hombre se manifiesta como miembro de una comunidad superior. El hombre ya no es artista, sino que se ha convertido en obra de arte (Nietzcshe [1872] 1998: 64). El ritual dionisíaco significaba una válvula de escape, tenía una función catártica, y hacía posible que el individuo, por un momento, dejara de ser uno mismo. Mientras que la música apolínea era ordenada mediante sonidos apenas insinuados por la cítara, la de los ritos dionisíacos tenía un sonido violento y estremecedor, logrando que en el ditirambo el hombre fuera estimulado mediante el ritmo y el baile desenfrenado hasta la exaltación máxima de todas sus capacidades simbólicas.

La grandeza del arte griego, expresada especialmente en la tragedia, se explica por la íntima unión de ambos: Apolo en lo escénico y Dioniso en lo musical. Sin embargo, el comienzo del fin tuvo lugar cuando los griegos, especialmente bajo el influjo de pensamiento de Sócrates rompieron esa unión y sometieron lo dionisíaco a lo apolíneo, la vida a la razón.

Abbagnano, Nicolás (1994) Historia de la filosofía. Vol. III. Hora, Barcelona
Nietzsche, Friedrich (1872) El nacimiento de la tragedia. Editorial Edaf, Madrid, 1998

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